El proyecto aborda el reciclaje de una vivienda tradicional montevideana de principios de siglo XX que -habiendo sido intervenida hace décadas techándose su patio con claraboya original y teniendo su fachada principal orientada hacia el sur- presentaba los esperables problemas de falta de asoleamiento, luz y ventilación. A la vez aborda la problemática planteada por los comitentes de la convivencia de los dos habitantes humanos y los cinco gatos, y de la necesidad de ampliar la vivienda.

La solución ideada se basa en reinstituir un patio en el núcleo de la casa y crear un espacio interior adyacente en casi triple altura, con un vidriado total hacia el patio y que se asoma por encima de él y del techo existente para captar el sol y la luz.

Este interior-exterior se conforma como el cuerpo central de un espacio fluido en el que conviven sin separación los distintos ambientes de la casa: el sector de los sillones sobre la calle, el sector comedor-cocina centro y hogar de la vida diaria, la vegetación densa del patio exterior y la zona de dormitorio en planta alta.

A la vez, el patio se vuelve el territorio de los gatos, desde el cual pueden estar en contacto con los humanos y la vida de la casa en planta baja, teniendo también sus refugios y su recorrido escalando para salir a explorar las azoteas.

El patio se “techa” con un cerramiento de metal desplegado que actúa como reja de seguridad y que también conecta los pisos de los dos sectores de azotea dándole continuidad, mientras deja pasar la luz y el aire.

El volumen nuevo sobre azotea se conforma como una cáscara liviana cuya capa exterior es metálica (chapa acanalada y metal desplegado, protección climática y de seguridad) y su capa interior es placa fenólica de madera. Los muros originales se pican dejando expuesta la textura del ladrillo. Entre la madera y el ladrillo conforman una envolvente que abraza al espacio que se vuelve cálido y acogedor a pesar de su gran escala.